EL DESTINO

José Ignacio es una pequeña península que se interna en el mar a través de dos kilómetros de largo, formando dos grandes playas: La Mansa, hacia el oeste, con sus aguas salpicadas de pequeños barcos de pesca y mágica puestas del sol. Y la Brava, hacia el noreste, más ancha y solitaria, ideal para el surf.

Región de una profunda belleza natural que combina el paisaje rural, la inmensidad del océano Atlántico, los bosques de especies nativas y las imponentes lagunas de José Ignacio, Garzón y Anastasio.

LA GENTE

 

“ Cuando descubrimos un lugar mágico no queremos que nadie más se entere, guardarlo todo para nosotros. Parece que los brasileños y argentinos de élite,  y gente como Leonardo DiCaprio y Mark Zuckerberg, llevan años intentando mantener en secreto este poblado mágico de Uruguay .” / Departures Magazine.

 

Túnicas y camisas de lino, canastas compradas en la Cote d´Azur, anteojos de sol, alpargatas y espadrilles que hablan de gustos exquisitos. Europeos que llegan para no ser reconocidos, modelos y artistas, socialités y escritores forman el paisaje social de este reducto donde las fiestas privadas después de la playa y los cócteles al atardecer en galerías de arte dan la nota. Aquí todos vienen para practicar ese fino equilibrio de mirar y ser vistos, sin ser asediados.

 

“ A diferencia de la cercana Punta del Este, donde las prioridades parecen girar en torno a 'ver y ser visto', José Ignacio es un lugar donde las celebridades vienen a escapar del radar y pasar desapercibidas.” / Lonely Planet

 

LA HISTORIA

José Ignacio nació en torno a un faro que desde 1877 guía a los navegantes. Durante gran parte del siglo XX, la pequeña península estaba salpicada por ranchos de pescadores y recién a fines de los años 60, un puñado de familias de la alta sociedad de Montevideo y Buenos Aires comienza a elegirlo como destino de veraneo y construyen las primeras casas junto al mar. A fines de los 70, el chef Francis Mallmann desembarca con su primer proyecto: la Posada de Mar, y empieza un suave y persistente boca a boca que revela que este poblado de calles de tierra es un paraíso.

 

“La nostalgia es acordarse del aguatero o de las llamadas telefónicas a manivela y a través de operadoras que nos escuchaban todas las conversaciones. Bien cosa de pueblo. No había agua, no había luz, no había puente.” / Francis Mallmann, Revista Paula.

 

Por su difícil acceso permanece escondido durante la mayor parte de los 90. Recién cuando despunta el 2000, empieza a poblarse de espléndidas casas de veraneo, restaurantes de alta gastronomía, galerías de arte, posadas y tiendas de ropa y decoración, y los grandes medios como The New York Times y Vogue empiezan a llamarlo Los Hamptons o la St. Tropez de Sudamérica.